miércoles, 25 de noviembre de 2009

Soledad



En este blog he hablado algunas veces del farero, del poeta viejo, del eremita, de personajes que saben vivir en soledad, aunque no estén solos... Esa soledad, consciente y lúcida, es necesaria; es mas, debería ser obligatoria.

Pero hay otra soledad diferente. Es curioso cómo en muchos casos existen bajo la misma palabra dos conceptos contradictorios... maravillas del lenguaje que obliga al contexto o al gesto a complementar sus limitaciones.

Hoy el hombre en Occidente se ha desarrollado económicamente como nunca pero no lo ha hecho de manera integral, provocando un subdesarrollo moral que se manifiesta sobre todo a través de la soledad. El hombre del primer mundo (da igual en USA, Europa o Japón) está mas sólo que nunca, o, al menos, esa sensación tengo. La literatura da buena muestra de ello: "La soledad de los números primos" de Paolo Giordano, "Tanta gente sola" de Bonilla, "Seda" de Baricco, "Hombre solo" de Mingote, o el último Planeta, de Becerra...

Qué claro tenía esto Lain Entralgo, quien seguía a Leibniz al reconocer el valor de la palabra en cuanto que permite la relación, el contacto, el roce, el desarrollo del hombre con el hombre. El hombre encerrado no sólo no crece sino que se consume, se reduce y mengua.

Benedicto XVI (¿no deberíamos llamarle Benito XVI en castellano?) hace diana en la última encíclica "Caritas in Veritate". Recomiendo leerla despacio, sobre todo la segunda vez.

1 comentario:

  1. Decía Margarita Yourcenar:
    El habito precoz de la soledad es un bien infinito.
    "Caritas in Veritate" refleja la situación actual de la humanidad. Pero esta tiene que encontrar su propio sentido moral, que apunta al alma del hombre como ser único, o estamos perdidos
    Carmen

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