lunes, 23 de noviembre de 2009

Suicidio



Todos los años, desde hace más de una década, visito regularmente la ciudad de Hannover. No es que me apasione, pero es tranquila. Además, uno suele tener tiempo de hacer mas cosas gracias a la doble puntualidad, tanto en la entrada como en la salida, de la jornada laboral de los alemanes.

Lo mejor, la “goulashzuppen” que devoro cada noche. Imposible encontrarla enlatada. Hay que ir allí, para que sepa igual. Debe ser cosa de la “inmersión psicológica”.

En estos días Hannover ha sido escenario del homenaje al portero Robert Enke, que no fue capaz de soportar el fallecimiento de su hija, y se arrojó a la vía del tren…

Siempre me ha obsesionado el suicidio, creo que es la situación mas extrema y difícil a la que se puede enfrentar el ser humano. Implica en mi opinión, tres cosas: inteligencia por encima de la media, mayor capacidad de querer y un vacío afectivo repentino…

Quede claro que en ningún caso justifico esta acción. Sólo pongo el acento en el contraste tremendo entre la enorme capacidad de querer que se presume en el suicida y el vacío emocional que padece en el momento de la decisión. Y si el vacío viene dado por la premoriencia antinatural de un hijo, ¿qué cabeza no lo entiende? ¿quién es capaz de hacer un juicio de valor? Si acaso, a la contra, me atrevo a aventurar que probablemente dentro de cada suicida hay un individuo que valía la pena, mucho mas que la media.

Existen muchos casos que confirman esta tesis, y Marina Tsvietaieva es sólo uno de ellos. Descanse en paz Enke.

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