sábado, 4 de julio de 2009

Cristianos y Socialistas (III)

"El socialismo gobernante es más que un partido político. No sólo rige los asuntos generales; aspira a transformar la sociedad; a definir qué está bien y qué es verdad. Las demás fuerzas sociales aceptan su liderazgo: los socialistas marcan el camino, el camino del hombre hacia el progreso. La velocidad de las reformas es la única cuestión abierta. Pero casi nadie fuera d e la Iglesia cuestiona los fundamentos del edificio: que no hay mas verdad que la que el parlamento decida. Hay trampa, claro. Lo verdadero y lo falso, lo tolerable y o inaceptable, ha sido antes definido y traducido a eficaces consignas y relatos, que difunden los poderosos del planeta. Porque el socialismo dejó de ser hace tiempo una ideología contra el poder. Socialismo es relativismo. Y relativismo es arbitrariedad. Lo más parecido a poder absoluto.

¿Cómo dialoga quien sostiene que el ser humano tiene una dignidad innata, con quien opina que esto es sólo consenso social? Sobran ejemplos. Al final, el pensamiento moderno llega al drama de la falta de alteridad, que nos condena a la soledad: ¿cómo saber si dos y dos son cuatro, o simplemente nuestro cerebro lo cree? La fe nos da esa alteridad; la experiencia de Dios da sentido a todo; pensamiento y vida, familia y trabajo, estética y moral conforman una unidad perfecta. Al plantear una unidad alternativa, que no pretende necesariamente convencer, pero exige, en el espacio público, la misma presunción de verdad que cualquier otra cosmovisión, el socialismo se ha hecho incompatible con el cristianismo. Su coraza es el relativismo. Así elude la responsabilidad por sus contradicciones. Peor nada puede frente al testimonio de vidas logradas, llenas de sentido… En cuanto a su propensión a ocupar espacios que no le corresponden, la solución es simple: no rendir culto al emperador, ya sea al precio del martirio”.


Ricardo Benjumea. Alfa y Omega. 2 de julio de 2009

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