jueves, 2 de julio de 2009

Hermano Rafael


Gracias a mi buen amigo Mariano, descubrimiento reciente y fuente inagotable de sorpresas, me llega un texto redactado en diciembre de 1936 por el hermano Rafael, curiosamente justo cuando mi padre (también Rafael) venía al mundo. Bajo el título de “Oculto” este fraile trapense nos insta a compartir sólo lo bueno, sólo las alegrías.

“Ocultemos en el último rincón de la tierra nuestras lágrimas, nuestras penas y nuestros desconsuelos... No llenemos el mundo de tristes gemidos, ni hagamos llegar a nadie la más pequeña parte de nuestras aflicciones.

Seamos egoístas para sufrir y generosos en la alegría. Hagamos la felicidad de los que nos rodean y no enturbiemos el ambiente con caras tristes, cuando Dios nos mande alguna prueba.”

Cuantas veces he discutido con mi mujer y con algunos amigos sobre este asunto. Quienes sostienen que también los malos momentos deben ser compartidos probablemente tengan razón, pero yo prefiero seguir en mis trece y compartir sólo lo bueno.

Eso sí, a los demás les pido al menos que sepan discernir entre un problema importante y una nimiedad. El punto está en que es tendencia habitual (y cada vez mas) pensar que “nuestra” nimiedad, sólo por el hecho de serlo, ya es importante. Por otro lado, creo de veras que hay que saber pedir ayuda cuando ésta sea necesaria. En esto también hay que poner inteligencia y voluntad para obrar adecuadamente.

Como hizo el arcángel San Rafael en el Libro de Tobías, se trata de estar a mano en el camino y compartirlo, pero no de torrar al vecino con nuestros problemas.

El próximo mes de octubre canonizarán al hermano Rafael Arnáiz, quien murió a los 27 años de edad en el monasterio de San Isidro de Dueñas (Palencia), a los pocos días de nacer mi madre. Otra casualidad.

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