Releo en estos días, con toda la intención, la conferencia pronunciada por Robert Spaemann hace poco más de dos años en Madrid, en la que concluía que “el que confía se arriesga a fracasar. Sólo puede confiar aquel que está dispuesto a aceptar el fracaso. Pero lo mismo es válido para el merecimiento de confianza. Sólo es digno de confianza aquel que está dispuesto a aceptar una derrota. No hay nada en el mundo por lo cual pagaría cualquier precio, dijo en una ocasión Solchenizin. La disposición a pagar cualquier precio por algo, vuelve indigna de confianza a la persona. Sólo se puede confiar en aquel que está dispuesto a mucho, pero no a todo. Visto en todas sus dimensiones la disponibilidad a la confianza es rentable. Pero incluye la disponibilidad a aceptar un desengaño. El que experimente esto se acordará de la frase de La Rochefoucauld: “Es más honroso ser defraudado por sus amigos que desconfiar de ellos”.
Difícil equilibrio entre la inteligencia y los afectos, entre la delgada línea del “mucho” y del “todo”. Sin duda, lo que nos hace falta a todos es mucha confianza, pero también mucha información.
martes, 10 de marzo de 2009
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