“El socialismo es hoy la única fuerza política en España y en Europa con una visión fuerte del hombre y de la sociedad. Los partidos conservadores y liberales suelen mantener una posición neutral, que avala los principios antropológicos y éticos del socialismo, siquiera porque sus concreciones legislativas se consideran irreversibles. La incidencia mediática de esto es enorme. La mayoría de medios se define por su posicionamiento partidista. El debate moral de fondo queda supeditado a la coyuntura política, a la que los medios adaptarán su línea editorial. Así que el cristiano deberá dialogar directamente, desde su condición de tal, con el socialista. De otra forma, en el mejor caso, estará perdiendo el tiempo.
El enfoque cambia. Dialogamos con una herejía, que pasará tarde o temprano, y con la esperanza de que sus adeptos se conviertan, y reconstruyan el edificio a partir de sus fundamentos salvables. No se trata de cambiar un gobierno, sino de que las doctrinas socialistas dejen de causar daño a la sociedad y a quienes las promueven. Los pastores de la Iglesia y los dirigentes socialistas tienen una responsabilidad de primer orden, pero también los intelectuales de uno y otro signo. En realidad, todos estamos concernidos. Cristianos y socialistas convivimos a diario, y por el camino actual, “el hermano entregará a la muerte al hermano, y el padre al hijo (y la madre al hijo, apunto yo); y los hijos se levantarán contra los padres, y los harán morir”.
El modelo de diálogo lo tenemos en Jesucristo: fue manso por dejarse crucificar, no por soslayar los motivos por los que le odiaban. Fue dialogante porque habló con cualquiera con un ápice de buena fe, pero no persiguió los aplausos… Una primera lección para nosotros es atrevernos a llamar a las cosas por su nombre, aunque moleste. El conflicto es parte del auténtico diálogo. El amor al prójimo, también”.
Ricardo Benjumea, Alfa y Omega, 18 de junio de 2009.
No comment, fully agreed.
El enfoque cambia. Dialogamos con una herejía, que pasará tarde o temprano, y con la esperanza de que sus adeptos se conviertan, y reconstruyan el edificio a partir de sus fundamentos salvables. No se trata de cambiar un gobierno, sino de que las doctrinas socialistas dejen de causar daño a la sociedad y a quienes las promueven. Los pastores de la Iglesia y los dirigentes socialistas tienen una responsabilidad de primer orden, pero también los intelectuales de uno y otro signo. En realidad, todos estamos concernidos. Cristianos y socialistas convivimos a diario, y por el camino actual, “el hermano entregará a la muerte al hermano, y el padre al hijo (y la madre al hijo, apunto yo); y los hijos se levantarán contra los padres, y los harán morir”.
El modelo de diálogo lo tenemos en Jesucristo: fue manso por dejarse crucificar, no por soslayar los motivos por los que le odiaban. Fue dialogante porque habló con cualquiera con un ápice de buena fe, pero no persiguió los aplausos… Una primera lección para nosotros es atrevernos a llamar a las cosas por su nombre, aunque moleste. El conflicto es parte del auténtico diálogo. El amor al prójimo, también”.
Ricardo Benjumea, Alfa y Omega, 18 de junio de 2009.
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