lunes, 1 de junio de 2009

Feria del libro



El viernes se inauguró la sexagésimo octava edición de la feria del libro, sin lluvia, con un calor asfixiante. Como tengo el despacho al lado, me dejé libre la hora de comer con el único fin de escaparme y poder patear los distintos stands con cierta calma. Llevaba además, por primera vez, la lista de los libros que tenía previsto comprar. Este año, por fin, todo estaba perfectamente organizado… todo, menos lo que no había sido capaz de imaginar, que cerrasen a mediodía. O mejor, dicho, que cerrasen desde las 14,00 hasta las 18,00h. ¡Manda huevos!

Así va España, pensé. Del año pasado a éste, el número de casetas se ha reducido ligeramente (364 contra 357) pero el número de expositores ha bajado mucho más, hasta un 15% (de 428 a 372), lo que parece indicar que en el último minuto se han ofertado “casetas” a precio de saldo.

Ante mi fracaso ferial, decidí darme un paseo por el parque, lo que compensó mi cabreo. Disfruté de los árboles que parecían henchidos de sí mismos y a punto de estallar (castaños centenarios, magnolios, y hasta el ahuehuete me llegué, el árbol mas antiguo de Madrid); saboreé una horchata a precio de “Yamazaki 12 years”, pero igual de rica, al menos en ese momento me supo a gloria; me entretuve también contemplando una exposición fotográfica que ilustraba una edición reciente de Lunwerg titulada “Aire”. En ella, aparecían unos indios “voladores”, de algún lugar de la América latina llamado Paplanta (creo que está por México). En la misma colección aparecían unos cuernos suizos, típicos de los países alpinos, y a su lado, unos cuernos tibetanos, también típicos, ambos casi idénticos, lo que venía a demostrar que el mundo es pequeño por muy grande que sea y que ningún sitio es ombligo de ninguna parte.


Mi paseo solitario terminó descubriendo una pequeñísima escultura (en la imagen) que acompaña una más grande dedicada a Campoamor. Supongo que representa a los protagonistas de alguna de sus obras pero no supe averiguar de cuál. La feria, mi feria, fue un fracaso pero valió la pena. Eso sí, a los libreros no les duelen prendas con el horario. Cómo se nota que los libros no están en crisis.



3 comentarios:

  1. Me acabas de dar una idea: el año que viene Know Square contrata una caseta, y entre las 2 y las 6 de la tarde abre, vende libros y regala horchata... ¿Te apuntas?

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  2. La idea es estupenda pero me temo que los vagos de siempre se volverían activos sólo para conservar el derecho de seguir viviendo sin hacer nada y no nos dejarían explotar nuestra "diferenciación" en el servicio.

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  3. Este fin de semana iremos.Un amigo de Enrique ,del colegio ha escrito un libro "La Galaxia en un campo de Futbol". Ya te contaré...
    Si no te llega este comentario me rindo..
    Un beso.

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