viernes, 3 de abril de 2009
Viktor Frankl
Ayer se inauguró el metro de Sevilla. Hacía un día precioso, de los que me gustan para poder pasear por la ciudad, sin calor, con la chaqueta puesta. Los naranjos parecían haberse puesto de acuerdo para ser extremadamente generosos este año. La luz y el olor de Sevilla son siempre singulares. La Macarena ya estaba lista y arreglada, imponente, sobre su paso.
Regresé cansado por el madrugón y no tenía ganas de leer, así que me dejé llevar por el AVE mientras miraba a ratos el monitor en el que ponían (con subtítulos, para verla sin cascos), la película de “el niño con el pijama de rayas”. Como casi todos, había leído el libro, pero las imágenes y las caras de los actores (un acierto el niño, por cierto) me llevaron a reflexionar sobre la Alemania nazi.
En seguida, la película se quedó en segundo plano, y me acordé de Viktor Frankl y de “El hombre en busca de sentido”, uno de los libros que hay que leer. No por su teoría de la logoterapia sino por la narración de su experiencia. Como el diario de Ana Frank. O como tantos otros de aquellos terribles años…
Traté de imaginar qué pensaban los que vivieron aquellas experiencias durante los años, los meses, o incluso los dias anteriores a que todo empezara. Cuántos serían conscientes de lo que iba a ocurrir, cuantos lo habrían intuido y cuántos obraron con cautela y con anticipación. Y cuántos no hicieron nada y fueron simplemente sujetos pasivos de su propia historia.
Hoy nuestro mundo no tiene nada que ver con aquél, pero el mismo ejercicio de tratar de intuir a donde vamos debería ser hecho por cada uno de nosotros. ¿Cuánto durará esta crisis? ¿Cómo va a superar la vieja Europa su modelo de Estado de bienestar en inminente quiebra? Y, lo que es peor, si esto ocurre, ¿cuánto riesgo corre la paz social? Soy muchas cosas menos alarmista, pero no soy capaz de vislumbrar una solución razonable y pacífica. Ojalá me equivoque.
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