Como efecto colateral a mis numerosos viajes por tantos países resulta que tengo un extraño record, el de haber subido a los edificios mas altos del mundo. Hasta que el dinero de los árabes diga lo contrario, el rascacielos más alto es el 101 de Taipei, con sus mas de 500 metros.
Imponente de noche y espectacular en su diseño, con su gran péndulo interior que evita su caída al dotarle de enorme flexibilidad, protegiéndole de tifones y terremotos, ambos muy habituales por aquellas tierras.
En la terraza exterior hay una permanente ventolera que zumba incansable y aterra al más pintado (imaginad a los que tenemos vértigo). Menos mal que los ascensores son también de record y te suben y bajan a más de 60 km/h.
Entiendo que los primeros rascacielos surgieran en lugares hiperpoblados de superficie limitada, pero, hoy en día, creo que hay alternativas suficientes. Me alegro de vivir en una ciudad que nos protege de ellos. Más allá del skyline de un poster y de mi propio record, los rascacielos no sirven para nada, o, por lo menos, a mi me lo parece.
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