“Edina! Scotias’s darling seat! cantaba Robert Burns en su Adress to Edimburg.
Leo en la prensa atrasada que siempre tengo en casa pendiente de ser leída “algún dia” que este año celebramos (yo me apunto siempre a cualquier celebración) el 250 aniversario del nacimiento del poeta escocés. No es fácil leerlo en su idioma, y tampoco lo es en inglés, pero eso no me impide releer alguno de sus poemas. Hay en la web una página estupenda para quien quiera bucear en Burns (http://www.robertburns.org/).
Conocí Edimburgo por primera vez muy joven, en el verano de 1980. Vivía en Morningside Place, creo que en el número 25, pero no estoy seguro. Sin embargo, recuerdo perfectamente, como si fuera hoy mismo, que desde mi habitación podía contemplar un bonito jardin, ni muy grande ni muy pequeño, donde en ocasiones jugábamos estupendas partidas de croquet (pensándolo bien, lo de menos era el deporte, a mi lo que me gustaba era el afán por competir, aunque fuera al croquet).
Me gustaba coger el autobús que iba directo al centro, a Princess Street. En los jardines, no muy lejos del famoso reloj de flores, hay una torre a la que solía subir para ver si desde allí encontraba a alguien conocido…
Cuantos “fish and chips” (siempre sin fish), y cuantas pizzas (casi siempre de cheese&tomato), porque el bolsillo no daba para más… Inolvidable la visita a los highlands, a Saint Andrews y al loch Ness, donde, por mas que miré, nunca logré ver al monstruo.
Pero más inolvidable fue el fin de semana que vinieron a vernos. Aún oigo en mi interior, con su entusiasmo tan contagioso, como disfrutaba al pronunciar su “Edimburg, beautiful castle”. Ahí queda mientras haya memoria...
Leo en la prensa atrasada que siempre tengo en casa pendiente de ser leída “algún dia” que este año celebramos (yo me apunto siempre a cualquier celebración) el 250 aniversario del nacimiento del poeta escocés. No es fácil leerlo en su idioma, y tampoco lo es en inglés, pero eso no me impide releer alguno de sus poemas. Hay en la web una página estupenda para quien quiera bucear en Burns (http://www.robertburns.org/).
Conocí Edimburgo por primera vez muy joven, en el verano de 1980. Vivía en Morningside Place, creo que en el número 25, pero no estoy seguro. Sin embargo, recuerdo perfectamente, como si fuera hoy mismo, que desde mi habitación podía contemplar un bonito jardin, ni muy grande ni muy pequeño, donde en ocasiones jugábamos estupendas partidas de croquet (pensándolo bien, lo de menos era el deporte, a mi lo que me gustaba era el afán por competir, aunque fuera al croquet).
Me gustaba coger el autobús que iba directo al centro, a Princess Street. En los jardines, no muy lejos del famoso reloj de flores, hay una torre a la que solía subir para ver si desde allí encontraba a alguien conocido…
Cuantos “fish and chips” (siempre sin fish), y cuantas pizzas (casi siempre de cheese&tomato), porque el bolsillo no daba para más… Inolvidable la visita a los highlands, a Saint Andrews y al loch Ness, donde, por mas que miré, nunca logré ver al monstruo.
Pero más inolvidable fue el fin de semana que vinieron a vernos. Aún oigo en mi interior, con su entusiasmo tan contagioso, como disfrutaba al pronunciar su “Edimburg, beautiful castle”. Ahí queda mientras haya memoria...
No hay comentarios:
Publicar un comentario