viernes, 10 de abril de 2009

Helene Hanff



Escribió Borges algo que me llamó la atención en su día. Prologaba una colección de libros para alguna editorial y decía, creo citarlo literalmente, algo así: “Que otros se jacten de los libros que les ha sido dado escribir; yo me jacto de aquellos que me fue dado leer”.

Supongo que todo buen escritor debe ser necesariamente antes un buen lector, como sin duda lo fue Helene Hanff, con quien he pasado un rato sensacional al leer, de una sentada breve, su 84, Charing Cross Road.

Me ha encantado, y lo recomiendo sin restricciones. Estoy seguro de que yo mismo volveré a leerlo de nuevo algún dia. He tomado muchas notas, y quizá otro día volvamos sobre ellas, pero hoy quería compartir una expresión que nunca había oído, ni leído: morirse de inercia. La emplea Helene en alguna de sus cartas para meterse, con enorme ironía, con Frank Doel, al que achaca pasividad en el cumplimiento de sus encargos.

Pero no es en ese contexto en el que la expresión me llama la atención, sino en el de nuestro entorno diario. Realmente, conozco a muchas personas a mi alrededor que bien pueden estar muriéndose de inercia. No se puede decir mas con menos. No tengo muy claro si esa inercia exige idiocia o si también cabe con plena consciencia, supongo que sí.

Curiosamente en estos días, quizás por la luna llena, han florecido los cerezos (sakura) en Japón. Para ellos, éste es un fenómeno de enorme importancia que se encarga de recordarles la brevedad de nuestro paso por la tierra. Los japoneses tienen sus cerezos y nosotros nuestra Semana Santa. Todo vale menos dejarse morir de inercia.

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